La pluviometría de España peninsular puede cifrarse en unos 350 km3/año (700 mm de precipitación media anual para una superficie de 500.000 km2) para un año de pluviometría media. Según estos datos, España no se puede considerar como un país seco, lo que ocurre es que la distribución de estos recursos es muy desigual en cuanto al tiempo y al espacio.
La desigualdad en el tiempo es consecuencia del carácter torrencial de sus ríos, con grandes fluctuaciones de sus caudales a lo largo de los diferentes épocas del año. La irregularidad en el espacio resulta bien patente si se considera que la escorrentía o recurso potencial (aproximadamente el 30% de la pluviometría) varía de unas cuencas a otras de 1 a 13: las cuencas del Norte producen más de la tercera parte de la aportación de los ríos en el 10% de la superficie del país, mientras que el 90% restante no presenta una situación tan favorable en cuanto a recursos hidráulicos y ya entra dentro de la categoría de región semiárida.
Se ha estimado que el potencial hidráulico bruto español es alrededor de 162.000 GW.h en año hidráulico medio, mientras que el potencial técnicamente explotable asciende en las mismas condiciones a 61.000 GW.h (38% del bruto). Por otra parte, el potencial en explotación actual es de unos 37.000 GW.h anuales (23% del bruto o 61% del técnicamente explotable).
En la actualidad, el consumo eléctrico total español es de unos 140.000 GW.h/año, por lo que puede afirmarse que más de un 25% del mismo es de origen hidroeléctrico. A este respecto conviene recordar que, con anterioridad a 1960, la producción hidroeléctrica anual suponía más del 80% de la producción eléctrica total. En la década de los años sesenta comenzó a descender dicho porcentaje, llegando en la de los años setenta a producirse por primera vez el hecho de que dicho porcentaje se mantuviese por debajo del 50%.
La importante disminución de la producción hidroeléctrica respecto de la total eléctrica, no se debió, ni se debe, al agotamiento de los recursos hidráulicos disponibles en España, sino a motivos económicos, ya que para las empresas eléctricas resultaban más rentables las centrales térmicas convencionales que las hidroeléctricas, pero no debido a razones reales, sino a la distorsión creada por los precios a los que se facturaban los combustibles destinados a la producción eléctrica, notablemente inferiores a los de coste, y a las importantísimas compensaciones por el combustible consumido, lo que creó un verdadero proteccionismo a las centrales térmicas.
Después de la drástica subida de los precios del petróleo a partir del año 1973, se intentó lanzar un programa de construcción de nuevos aprovechamientos hidroeléctricos mediante una Acción Concertada (1975). Las centrales incluidas en este plan sumaban una potencia adicional de 11.000 MW, con una producción media anual de 12.700 GW.h. Sin embargo, estos programas se han realizado sólo en muy pequeña proporción, debido a que los escasos alicientes ofrecidos inicialmente se fueron recortando y no llegaron a compensar los obstáculos económicos, sociales y administrativos que se oponen a la realización de los aprovechamientos hidroeléctricos posibles.
Los recursos hidroeléctricos aún sin utilizar en España son considerables (una producción media anual de 24.000 GW.h), lo que no quiere decir que sea económicamente conveniente el desarrollo de la totalidad de este potencial energético, existiendo, por otra parte, diversos condicionamientos que pueden obstaculizar su desarrollo. Una parte no demasiado importante de este potencial tendría que ser utilizado mediante pequeñas centrales o minicentrales hidráulicas, incluyendo en esta denominación a aquéllas de potencia inferior a los 10 MW.
Evidentemente, como consecuencia de la intensa actividad en la política hidroeléctrica de años pasados, los mejores emplazamientos desde los puntos de vista técnico y económico ya han sido utilizados. El potencial aún instalable presenta, en general, una gran dispersión de pequeñas centrales que parece poco sugestiva. Sin embargo, se conservan presas y canales de numerosos molinos antiguos y pequeñas centrales que se han abandonado por haberse deteriorado la maquinaria o por no ser económicamente soportables los gastos del personal necesario para mantenerlas. Así pues, podría ser conveniente modernizar y automatizar las pequeñas centrales hidroeléctricas en servicio, evitando su abandono por ser antieconómica su explotación, al mismo tiempo que se estudia la posibilidad de reequipar con maquinaria normalizada viejos aprovechamientos hidroeléctricos cuya obra civil se conserve en condiciones aceptables.
El estudio realizado en 1980 por la Comisión de Estudio de Pequeñas Centrales Hidroeléctricas consideró factible que la potencia instalable en nuevas minicentrales y modernización de las recuperables sería de unos 1.950 MW, lo que equivaldría a una cantidad de energía anual de 10.500 GW.h. Teniendo en cuenta que en algunos tramos de río existen solapamientos, al considerar que son aprovechables por pequeñas y medianas centrales, resultaría, por tanto, que la potencia aprovechable por las minicentrales no sobrepasaría los 7.000 GW.h/año.
El Plan de Minicentrales puesto en marcha en 1983 dio un primer impulso a este tipo de instalaciones, cuyo número creció al aplicarles los criterios de los dos primeros Planes de Energías Renovables (PER-86 y PER-89). La potencia instalada anualmente ha ido creciendo progresivamente, pasando de 30 MW instalados en 1986 a 110 MW instalados en 1992. Este gran avance ha sido posible gracias a las acciones de promoción de la administración pública y las ayudas concedidas al sector, tanto nacionales como comunitarias. Se ha conseguido así disponer en 1997 de 1.414 MW de potencia minihidráulica instalada.
La tecnología minihidráulica está muy consolidada en España, siendo la industria nacional autosuficiente y de alta calidad. La tendencia actual evoluciona hacia la automatización integral de las instalaciones y el uso progresivo de equipos normalizados.
Respecto a las centrales de bombeo, en España se han venido utilizando desde 1929, tanto en forma de bombeo puro (dos embalses sin aporte exterior de agua) como las centrales mixtas con bombeo (con aportaciones fluviales). Actualmente hay instalada en España una potencia hidráulica convencional y mixta de unos 14.000 MW, mientras que la potencia instalada de bombeo puro es de unos 2.700 MW.
En resumen, los recursos hidroeléctricos aún sin utilizar, aunque considerables, no pueden resolver por sí solos el abastecimiento energético de España, pero pueden contribuir a reducir la importación de combustibles y especialmente a proporcionar la potencia necesaria para asegurar la cobertura de las variaciones de la demanda.