LA CULTURA DEL CORREO ELECTRÓNICO

Es muy sencillo utilizar el correo electrónico, tanto para enviar mensajes individuales como para participar en foros de discusión. Sin embargo, el lenguaje escrito es diferente del oral, ya que éste se puede matizar siempre con gestos y entonaciones. Es un problema, pues, el que las comunicaciones electrónicas hayan perdido el lenguaje corporal y la entonación de la voz, componentes fundamentales de la comunicación efectiva. Ésto lleva a que un mensaje pueda ser interpretado con un sentido totalmente opuesto al que haya querido darle su autor. Por otro lado, la comunicación electrónica también presenta ciertas ventajas: al no existir una imagen física del interlocutor se evitan con mayor facilidad problemas de índole racista, sexista, etc.; no se puede juzgar a una persona por las apariencias, sólo por lo que escribe.

Hay autores que afirman que comunicarse por correo electrónico es un arte. Esta afirmación puede ser discutible, ya que no es probable que en el mundo existan tantos millones de "artistas". Lo que sí es cierto es que con algo de sentido común y una actitud favorable para aceptar ciertas convenciones, puede sacarse mucho rendimiento a esta potente herramienta.

Todo ello ha hecho que se haya desarrollado de forma espontánea a lo largo de los años una cierta cultura del correo electrónico, es decir, un conjunto de estilos, usos y costumbres que han de guardarse en el trato con los demás usuarios. Estas normas de comportamiento se han llegado a denominar netiquette ["retiqueta", etiqueta de la red], algunos de cuyos aspectos más importantes se indican a continuación. Muchos de ellos se basan en que no hay que olvidar que la comunicación escrita es muy fría e impersonal y, por tanto, cada uno es visto por los demás tal como escribe.

En resumen, las simples normas de comportamiento que se han indicado aquí, junto con las normas técnicas sobre la identificación de los mensajes, permiten que en el mundo del correo electrónico exista concordia, la educación y el buen humor. Aunque todo el mecanismo lo realizan potentes máquinas, no debe olvidarse nunca que detrás de cada una de ellas siempre hay personas, y el respeto hacia las personas es un deber ineludible.