CULTIVOS TRADICIONALES
Los cultivos tradicionales son aquéllos que el ser humano ha venido utilizando desde hace mucho tiempo, no sólo para la producción de alimentos, indispensables para su subsistencia, sino también para la obtención de productos de interés industrial.
Tratándose de utilizar algunos de estos cultivos con fines energéticos, es necesario distinguir aquéllos que puedan destinarse exclusivamente a la producción de energía por haber decaído su interés en su ámbito tradicional, de los que puedan ser competitivos con la producción de alimentos. La viabilidad de estos últimos podría ser muy discutible, ya que esta competitividad tendería a ofrecer más dificultades que ventajas cara al futuro, salvo que se usen como fuente energética los excedentes de cosechas.
En un plano ideal, los cultivos energéticos se deberían de localizar sobre terrenos marginales; sin embargo, el concepto de marginalidad es relativo y, exceptuando las zonas desérticas donde ningún vegetal puede ser cultivado, los límites para el aprovechamiento de la tierra vienen marcados por imperativos económicos.
La cebada y el trigo son cultivos que, junto con la caña de azúcar, son los más populares bajo el punto de vista de la obtención de energía, ya que su fermentación a alcohol es conocida y practicada hace cientos de años.
La caña de azúcar (Saccharum officinarum) es la especie agroenergética ideal para los climas que permitan su cultivo, pudiéndose obtener cosechas de 40 a 65 Tm/ha de peso seco cada año. Se estima que su rendimiento energético oscila entre 3.700 y 13.000 litros de etanol por hectárea y año.
El sorgo dulce (Sorghum bicolor) es una planta parecida al maíz, pero no posee mazorca, sino semillas agrupadas y, al igual que la caña de azúcar, es capaz de rebrotar, permitiendo cortes sucesivos sin necesidad de ser sembrada cada temporada. Sus rendimientos en peso fresco pueden llegar a ser hasta de 112 Tm/ha.año.
En esta línea se encuentra también el maíz de tallo azucarado (Zea mays), del que se pretende el doble aprovechamiento del almidón de la semilla y del azúcar del tallo. Se han obtenido rendimientos de 2,4 Tm/ha.año de azúcar procedente del tallo.
La remolacha (Beta vulgaris), tanto azucarera como forrajera ha sido considerada por Nueva Zelanda como la materia prima con mayores posibilidades para la obtención de alcohol como combustible para automóviles. La remolacha azucarera puede tener rendimientos de hasta 56 Tm/ha.año de biomasa fresca y producir hasta 4.000 litros de etanol por hectárea y año.
La mandioca o yuca (Manihot esculenta) es otro de los cultivos tradicionales del que se conocen varios proyectos para su transformación en alcohol por fermentación (en Brasil y Sudáfrica). Es un componente básico de la dieta de muchos países tropicales subdesarrollados y, por tanto, su uso como cultivo energético debe ser cuidadosamente estudiado. A partir de 1 Tm de mandioca se pueden obtener 180 litros de etanol.
Los cítricos en general, poseen en sus cáscaras una pequeña proporción de un aceite denominado citrolina, que tiene la misma potencia energética que el gas-oil (44 MJ/kg), al que puede reemplazar.
El girasol (Heliantus annuus) posee unas semillas que producen un aceite, actualmente utilizado como alimento, en la fabricación de jabones y pinturas, como lubricante, etc., y además la fibra residual se aprovecha para hacer papel.
Cabe destacar también dentro del grupo de los cultivos tradicionales las plantaciones forestales, con objeto de producir grandes cantidades de biomasa convertibles en energía, principalmente por métodos termoquímicos. Los rendimientos de estos cultivos pueden oscilar entre 11 y 27 Tm/ha/año de materia seca, con un poder energético superior a los 20 MJ/kg, pudiendo ascender mediante cuidados especiales hasta valores entre 36 y 45 Tm/ha.año.
Entre las plantaciones forestales que han sido consideradas más adecuadas para cultivos energéticos, las más importantes parecen ser las de eucalipto, álamo, sauce y acacia, destacando el primero de ellos por su resistencia a las plagas y su facilidad de adaptación a condiciones climáticas diversas. Además, la abundancia de sus especies (se conocen más de 600) es tal, que con toda seguridad debe ser posible seleccionar aquéllas que se acomoden mejor a los terrenos marginales.